Después de 23 temporadas, Family Guy hace lo impensado: ¡mata a uno de sus clásicos!
Después de más de dos décadas al aire, Family Guy sorprendió a sus seguidores al eliminar a uno de sus personajes más emblemáticos: Ernie, el Pollo Gigante. Este enemigo jurado de Peter Griffin fue oficialmente “asesinado” en el episodio más reciente, marcando el fin de una de las rivalidades más recordadas en la historia de la animación.
¿Quién era Ernie el Pollo Gigante?
Ernie apareció por primera vez en la segunda temporada y se volvió una figura recurrente gracias a sus absurdas y épicas peleas con Peter. Cada vez que se cruzaban, la serie se transformaba en una secuencia de acción exagerada, llena de destrucción y humor absurdo. Con el tiempo, estas peleas se convirtieron en una tradición dentro del show, un guiño que los fans esperaban con entusiasmo.
El porqué de su “muerte”
Según el equipo creativo, la decisión de eliminar a Ernie fue difícil pero necesaria. Después de tantos años, las ideas para mantener fresca la rivalidad se habían agotado, y el nivel de producción que requerían esas escenas era cada vez más alto. La serie necesitaba renovarse y dejar espacio para nuevas tramas.
La escena final: brutal y simbólica
La despedida de Ernie llegó en el episodio “The Chicken or the Meg”. En una trama inesperada, el Pollo Gigante se enfrenta a Meg y le exige que elija entre él y su familia. En un giro dramático, Meg termina decapitándolo en una escena tan absurda como impactante. Su cuerpo, aún moviéndose sin cabeza, cayó lentamente al suelo, poniendo fin a una historia que había durado más de 20 años.
Reacciones y legado
Los fanáticos reaccionaron con sorpresa, incredulidad y hasta tristeza. Muchos compartieron mensajes nostálgicos recordando sus peleas favoritas entre Peter y Ernie. Aunque algunos todavía esperan un regreso, los productores han dejado claro que esta vez el Pollo Gigante no volverá.
El fin de Ernie representa más que la desaparición de un personaje: es el cierre de una era dentro del humor de Family Guy, un recordatorio de que incluso las bromas más icónicas deben terminar alguna vez.
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